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Culto al Disco solar en el Antiguo Egipto
Durante el reinado de Akenatón (1353-1336 a. C), décimo faraón de la dinastía XVIII en Egipto, se intentó substituir el culto de Amón (sol) por una nueva religión, la de Atón (disco solar). A este soberano se debe el himno helíaco, catecismo poético de la nueva doctrina. Schreiber, H. y G., (1962) le otorgan un puesto de honor en la antología de poemas reales:
Adoración al disco solar en el Antiguo Egipto.
Cuán bella es tu aurora en el horizonte de cielo
Oh Atón viviente, iniciador de la vida.
Cuando te levantas por el Oriente
llenas de la tierra con tu belleza.
Tú eres bello, sublime, radiante en lo alto sobre la Tierra,
tus rayos abrazan las tierras y todo cuanto tú has creado.
Aunque tú estás lejos, tus rayos están sobre la tierra,
aunque tú seas visible a los humanos, ellos no pueden seguir tu órbita.
Cuando tú te escondes por el horizonte occidental del cielo
la tierra se oscurece como muerta,
las gentes duermen en sus habitaciones
con las cabezas cubiertas
y entonces nadie ve a su prójimo.
Entonces los leones salen d sus guaridas,
las serpientes muerden
y todo el Universo está hundido en el silencio
porque el que lo ha creado reposa.
Clara es la tierra cuando tú te levantas por el horizonte,
cuando tú brillas de nuevo como el sol de día
la obscuridad retrocede; cuando tú arrojas tus dardos,
los hombres se despiertan y se levantan sobre sus pies.
Se levantan y tomando sus vestidos
levantan sus brazos para adornar tu aurora.
En todo el mundo, cada uno se pone a su quehacer,
el ganado pasta sobre los campos,
los árboles y las plantas reverdecen.
Los pájaros abandonan volando sus nidos
y levantan su ala para adorarte.
Los animales salvajes saltan sobre sus pies.
Todo lo que vuela y se arrastra revive
ahora que tú le dispensas tu luz.
Tus obras son innumerables.
Y permanecen ocultas a las miradas humanas.
¡ Oh, Dios único, fuera del cual no hay otro dios,
Tú has creado la Tierra según tu corazón,
tú, tú solo !
Los hombres, los rebaños y todos los animales,
los países extranjeros de Siria y Etiopia y la tierra de Egipto.
Tú has hecho el cielo lejos de la tierra
para derramar mejor tus rayos,
para ver todo lo que tú has hecho, tú solo, el único.
Cuando tú apareces con el aspecto del sol viviente,
brillante resplandeciente lejano y, sin embargo, tan cercano
tú creas millones de formas salidas de ti mismo,
ciudades, pueblos, campos, caminos y ríos.
Referencias
Schreiber, H. y G., (1962) Tronos bajo el plomo y el fango. España. Barcelona: Luis de Carlat, Editor.
Traducción de Hermann Junker, Lyrik des Ostens, Munich (1952).
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